Jamás había visto algo igual. Nunca antes un objetivo había
sobrevivido a un lanzamiento doble… pero en esta ocasión el durei fue más
rápido que mis flechas… Sus ojos se posaron en mí, y entonces el tiempo se sumó
a la velocidad de los reflejos del durei.
El faero apareció primero. Sus ojos ciegos e inyectados en
ira no se apartaban de su objetivo, con el que se enzarzó en un baile de acero
y peligrosos movimientos. Enseguida salí de mi asombro y mis músculos empezaron
a reaccionar. Como un gato me deslicé por el terreno y preparé mi siguiente
lanzamiento aun por detrás de los árboles. Mi objetivo ya no era el durei de
múltiples tatuajes, sino uno de los dos contrincantes a los que se enfrentaba
Ulkorn. La flecha le impactó en toda la nuca y se desplomó cual saco de arena.
Su compañero pareció no inmutarse de la repentina muerte y siguió atacando sin
piedad. No me preocupé por Ulkorn el enano, sabía que acabaría con el durei en
cuestión de minutos.
Mi vista busco a Alkar. No le vi por ninguna parte. Me
preocupé ya que el durei que había sido mi primera presa, el que parecía el
jefe tampoco se encontraba por ahí. De repente a mi derecha cayó el tronco de
un árbol escandalosamente sobre otros árboles.
El grito de guerra de un durei es algo que una vez lo
escuchas es difícil olvidar… básicamente porque visita tus pesadillas con una regularidad
que roza la pesadez. En mi caso ya lo
había oído en otras ocasiones, pero siempre lograba ponerme los pelos de punta.
Alkarn apareció saltando el tronco tumbado y seguidamente detrás de él y con un
saltó más ágil de lo que a primera vista parece, el durei jefe. Tenía en sus
manos una espada con el filo desgastado y quebrado… vaticinando que el
afortunado que rozara con él tendría una muerte dolorosa, o al menos unas
heridas difíciles de desinfectar.
El durei alzó la espada. Alkarn se giró y encaró el golpe,
pero su adversario lo superaba en fuerza y cayó al suelo de espaldas. Me
escondí tras un árbol y tensé el arco. Cuatro flechas, una tras otra impactaron
en piernas y torso del durei, quien se alzaba imponente ante mi compañero him.
Paciente, esperé a que el durei apartara su atención de donde me encontraba
escondido. Alkar aprovechó ese momento de distracción para asestar un corte a la
pierna de su oponente, quien chilló de dolor y se agachó a agarrarse el gemelo
recién herido.
“¡Ahora!” pensé.
Rápido como el viento cambié de posición. El durei sólo vio una sombra sin
importancia para él, quien en ese momento tenía el cien por cien de su atención
en el him tumbado a sus pies. Volvió a levantar su espada, preparándose para
dar el golpe de gracia que terminaría con mi amigo y compañero…
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