3 de septiembre de 2011

Historias de Guerrero III: La emboscada

Como unos lobos se abalanzaron sobre nosotros. Oscuras sombras camufladas en la oscuridad del bosque gracias al barro que cubría la mayor parte de sus cuerpos, dejando ver en algunas zonas unos tatuajes llenos de simbolismo. Nos superaban en número y tenían la ventaja de la sorpresa…o eso es lo que ellos pensaban. Nosotros, aunque muy diferentes físicamente, somos grandes guerreros que han luchado en incontables batallas y han salido airosos de ellas. Puede que estuviéramos en desventaja, pero sin duda estábamos mejor preparados que ellos.

Sombra eliminó a dos de ellos sin problemas con las dos primeras flechas, lanzadas casi a la vez. Este escurridizo compañero a veces me pone de los nervios, pero sin duda es una gran ventaja tenerlo en el mismo bando a la hora de la lucha. Por otro lado, Alkar, un him orgulloso y valeroso, actuaba siempre con control y cada golpe que asestaba a un contrincante rara vez no resultaba mortal. Formábamos un gran equipo, y esos salvajes del bosque no podrían con nosotros fácilmente.

Ante mi se abalanzó un hombre fornido y armado con un par de cuchillas de gran tamaño en ambas manos me atacó sin miedo, aunque no pudo hacer nada contra Trerk, mi hacha de dos filos. El primer golpe que le aseste le hizo caer, lo que me facilitó las cosas para cortarle una mano. Demasiado débil como para seguir luchando contra mí, le dejé en el suelo. Esta gente actuaba por amor a su hogar, cosa que los enanos como yo respetamos en gran manera, y por eso no acabé con su vida como si fuera un perro.

Estos salvajes de los bosques viven por y para su hogar el bosque, quien les da de comer y beber. Lo protegen con su vida. Lo que pasa es que los salvajes, los faeros, desconocían nuestras verdaderas intenciones. Nosotros, Alkar, Sombra y yo, Ulkorn, no estamos aquí para explotar su hogar. Pero parecía que los faeros estaban cansados de visitantes extraños en sus castigadas tierras y habían optado por atacar primero y preguntar después.

Después de una corta pero ardiente lucha, nos encontramos ante dos caídos y otros seis heridos graves. Sólo quedaba uno lo suficientemente consciente como para hablar. Alkar lo tenía agarrado por el pelo. Sombra y yo recogimos y atamos a los demás faeros heridos.

-¿Por qué nos atacáis, faero?- preguntó Alkar a su prisionero.

-Vosotros lo sabéis muy bien, vosotros los hijos que olvidaron a su verdadera madre.

-Nosotros no queremos molestar. Nos hemos internado en el bosque con la intención de no interferir en vuestros poblados, ¿con qué motivo nos atacáis?-pregunté.

-Gente como vosotros sólo ha traído desgracias a nuestra gente y a nuestro hogar. Decís que no sois como los demás, pero habéis matado a dos de mis hermanos. ¿Con qué pruebas demostráis lo contrario? Todos sois iguales, sólo os importa vuestro beneficio y olvidáis lo que os rodea. Nos tratáis como esclavos de los que podéis aprovecharos cuando os viene en gana… No busquéis amistad, cuando ésta hace tiempo desapareció y donde ahora sólo hay odio.

Los cuerpos de los dos faeros abatidos se encontraban en el otro lado del claro. Sombra los miraba en silencio. Le observé bien. Sombra es un ser que casi nunca muestra sus sentimientos ante extraños, pero en esa ocasión noté como la culpa le invadía y la pena crecía en su interior.

El faero seguía hablando, pero ya no oíamos lo que decía. Sombra alarmado se giró hacia mí. Instintivamente me agaché, como si una fuerza tirase de mí hacia el suelo de barro y raíces. Una flecha pasó justo por donde un segundo antes estaba mi cabeza y terminó por clavarse en el tronco de un árbol.

La flecha no tenía las marcas de los faeros. No estábamos solos en el bosque.

No hay comentarios: