10 de septiembre de 2011

Historias de Guerreros IV: Una nueva amenaza.

Muertos. Habían muerto. No podía estar pasando. Aunque sabíamos a lo que veníamos, jamás pensé que moriría alguno de nosotros esta noche. Y ahora… Ekdar…mi hermano, mi compañero y amigo de siempre… e Innas, una de las guerreras más valientes que mi gente ha conocido estaban… muertos. Mis otros compañeros yacían inconscientes sobre las raíces de los árboles atados de pies y manos. Yo era el único que podría ayudar a mis dos hermanos fallecidos a emprender el camino que hay que recorrer después de dejar el mundo de los vivos para poder reunirse con la madre Naturaleza. Sabía cómo se hacía el rito del Descanso del Alma, pues muchas otras veces lo he visto hacer a los más sabios de mi pueblo. Pero no podría hacerlo si no me quitaba las manos del guerrero him de encima.

El rito debe iniciarse mientras el cuerpo esté caliente, señal de que el alma aun está dentro de él. Si se tarda demasiado, el alma es arrastrada poco a poco por las criaturas de Ur y vagará eternamente por los bosques y alrededores. Jamás llegará a fundirse con la madre Naturaleza y se convertirá en una entidad de Ur.

Estaba sumido en mis pensamientos, cuando una flecha oscura como la noche atravesó el claro en el que nos encontrábamos y dio a parar en el árbol en el que se encontraban mis hermanos inconscientes.

—¡Esa flecha no es del pueblo de los faeros!— exclamó el guerrero enano. Tenía razón, esa flecha tenía unas marcas impropias de los nuestros.

—¡Faero! ¿Quién más ronda por estos bosques? — me preguntó el guerrero de negro.

—Aquellos a quienes mi pueblo teme y odia.

—Si no es de ellos, sólo puede ser de los durei— determinó el him que me tenía prisionero—. Pero es raro que nos adviertan antes de mandar a sus esclavos. Nos deben estar vigilando ahora mismo.

El claro quedó en silencio, interrumpido por las hojas de los altos árboles bailar. El enano arrancó la flecha negra del árbol. La punta tenía restos de una sustancia pegajosa.

—Veneno —dijo en un susurro—. Esta flecha no era una advertencia.

En ese instante aparecieron más flechas y se oyeron rápidas pisadas. Noté como el him me liberaba y vi la rápida reacción de los tres guerreros preparados para luchar contra nuestro enemigo más antiguo. Entonces comprendí que nuestras primeras sospechas hacia estos extraños estaban equivocadas. Tenemos el mismo objetivo.

Cogí mi lanza y me dispuse a proteger a mis hermanos inconscientes, pasase lo que pasase.

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